Palabras que se las llevan los buses
Por: Caleb Miguel Flores Quiroz
Y entonces el bus en el que ocupamos abre sus puertas. Muchas personas bajan apresuradas, yendo algunos a estudiar, otros a trabajar y pocos simplemente a recrearse. De pronto una figura ambulante y algo ajena al bus entra. Se agarra de los pasamanos y como sea quiere ocupar nuestra atención, llegando tal vez a nuestro corazón, con sus palabras. De pronto, comienza a hablar, casi como una grabadora, algún texto o línea aprendida, agregándole un poco de sus palabras, con equivocaciones y todo pero tratando de ser formal ante nuestra presencia. ¿De dónde vienen esos discursos entonces?
Disculpe por interrumpir su lindo viaje
Al pasajero primero se le endulza, luego se vende. Se intenta llegar al corazón, no asustarlo diciendo que uno ha salido de la prisión hace dos días. Suena lógico ¿no?, pero ¿qué es lo que hay tras estas palabras, que no suenan vulgares ni toscas? Pues simplemente hay un sentimiento de por medio. Ya sea porque el que se dirige a nosotros es alguien sin trabajo, necesitado de bienes o simplemente lo hace por algún familiar enfermo; se deben dirigir hacia su público con el debido respeto y así, llegar a ablandar sus corazones, que, por la prisa, comodidad en el bus y el corto tiempo, se han convertido en témpanos de hielo.
Los discursos que muchos vendedores ambulantes usan son los mismos. Si uno mismo se percata, es la misma plantilla para diferente caso. ¿De qué se trata entonces?, pues la respuesta no es tan complicada. Cada uno de ellos se pasa la plantilla al ‘nuevo’ vendedor. Luego, este mismo se la aprende y la utiliza en su caso, siendo así, una cadena casi interminable de profesores de turno, que enseñan las plantillas para que el alumno se las memorice y siga la jornada.
David Zuña, un vendedor ambulante de 22 años, cuenta que esto lo hace por necesidad. No tiene ningún vicio y aunque parezca, él no roba. Tiene dos hijos, una de 5 y otro de 3. Al menos, no piensa tener más. Sale a las calles desde las 5 am, para coger el primer transporte lleno de pasajeros y poder darle el discurso del día. La voz cansa, no perdona, y a veces uno mismo se pone mal de tanto hablar. Pero ¿qué se puede hacer?, David tiene que compartir su día a día y competir contra otros ambulantes que, con un mismo fin, salen a las calles a ganarse el día a día. David se arrepiente de no haber estudiado, pues no tuvo una vida acomodada pero tampoco mala.
David sigue contando que él era hijo mayor de tres, que su madre hacía lo que fuera porque ellos fueran a estudiar. Él lo hacía, pero era un tanto descuidado en este aspecto. En tercero de secundaria, a sus 16 años, se metió con una chica de nombre Pamela, con quien tuvo amoríos y después embarazó a temprana edad. Debido a la negación de los padres de Pamela, ella tuvo que irse y él, desgraciadamente, no podía tener a su nueva familia en su humilde casa, por lo que decidió retirarse y conseguir una pequeña choza en el asentamiento humano Pilar Nores, en Villa El Salvador.
Este asentamiento humano queda ubicado muy lejos de los paraderos, sin embargo, David con mucho esfuerzo baja temprano de ello y se dirige al paradero que está más cerca, para así, poder subirse a uno de los buses y comenzar su jornada. Ahora, que tiene dos hijos, no se arrepiente de nada.
El siguiente bus está por pasar, David no quiere seguir perdiendo más el tiempo. Le he dado lo prometido, una moneda de cinco soles y dos de un sol es suficiente. Agradece, se sube en el siguiente bus y se va.
La historia ambulante
La necesidad de poder saber más acerca de este discurso hace que podamos indagar más. Este caso no es la excepción.
El típico discurso dado por los ambulantes de hoy en día, surge en los 80’s, con la necesidad de algunos profesores de colegios de poder aumentar más su salario con trabajos extras. Aquí no nace el imperio ambulante, pero si los discursos diarios. No se tiene un orden fijo, ya que las palabras fueron cambiando y evolucionando con el paso del tiempo, sin embargo, el esquema primordial nació en esta época.
El párrafo fue cambiando, el libreto revolucionando y ya en el 2006 cambió por completo a lo que ahora conocemos. La típica plantilla de: “Bueno mamita, bueno caballero, joven estudiante, señorita, disculpa por interrumpir tu linda y hermosa conversación. El que te habla, el que te saluda es un joven que se gana la vida…”. De esta manera, el vendedor intenta dar la apariencia de que de verdad se interesa por darnos a conocer su caso de una manera sutil y respetuosa. Una buena primera impresión, ante nuestros oídos. Ahora, solo queda a conocer la segunda fase, que sería el caso particular.
Casos hay diversos, entre los más comunes hasta los que dan más miedo. Mientras se intente buscar la compasión, todo vale. Los que más llegan al corazón son aquellos que trabajan para un familiar con alguna enfermedad. La gente se apiada y lanza en el vertedero de monedas, alguna que le sobre. Algún sencillo, aunque sea de 10 céntimos es una ayuda para esa persona.
Una vez estructurado todo, se vuelve a usar la plantilla, pero con el speech de despedida: “…Solo te pido que no me ignores, que no me des las espaldas, colabórame aunque sea con unito y si no puedes, dame una palabra de aliento. Estaré pasando por sus respectivos asientos. Gracias y que tengan un lindo viaje”.
Una vez terminado, el ambulante pasa asiento por asiento para ofrecer su producto golosinario y así poder ganarse el dinero.
Marcas de vida
No somos ajenos a los problemas sociales de nuestro país. Tampoco somos ajenos a la falta de empleo. Todos, alguna vez, podríamos recurrir a estos trabajos si es que nos faltara dinero o tal vez tengamos una enfermedad que nos impida seguir con nuestra labor profesional. Podríamos llegar al caso extremo de perderlo todo y comenzar desde cero. No somos ajenos a esta realidad.
Un discurso predeterminado cuesta aprendérselo, pero el día a día lo hace más digerible, si es que se tiene un ideal predeterminado también.
A medida que pasa las horas, el mismo speech aprendido se va quedando como parte de uno mismo, hasta poder recitarlo de la misma manera que lo hicimos la primera vez que lo leímos. De esta misma manera lo hacen los vendedores ambulantes.
Desde chocolates hasta turrones, desde canciones tocadas con latas hasta con charangos, los vendedores no rompen su tradición, desde los 80’s, de presentarse de la manera más cordial.
Algunos lo hacen de una manera muy robotizada, con un tono de voz como hecho a la medida y pareciera sin sentimiento. Otros, de la misma manera, lo hacen de corazón.
Los niños ahora no son tampoco ajenos a esta labor. Néstor, un niño de 11 años trabajador de la calle, nos cuenta que a veces debe llegar muy tarde a casa, contal de llevar dinero y que su madre no se moleste. Él es el sustento de sus dos hermanitos menores, que, no tienen un padre pero si un hermano responsable.
Néstor cuenta que su tío, el hermano de su madre, le enseñó el discurso y que después de tantas veces que practicó, le salió. No fue fácil aprendérselo, nos cuenta, porque su tío quería que se lo aprendiera de memoria, palabra por palabra. Si se equivocaba en una le pegaba y volvían a comenzar. Entre sollozos es que aprendió el discurso a la perfección.
Ahora, Néstor sube a los buses y declama su discurso respectivo y una pequeña poesía a la madre para llegar a corazones ajenos. Luego de eso, se despide y empieza a vender sus caramelos, para así, llevar el sustento diario que hace falta en la mesa de su hogar.
Si bien es cierto los niños tienen derecho a la recreación y a una educación, sin embargo, estos niños deben aprender lo que es la vida dura y deben buscársela como se puede. Ellos son el sustento innegable de su familia y por ende, no pueden hacer caso omiso, suprimiendo así su niñez.
¿Discurso
o Floro?
Mucha gente piensa que los vendedores ambulantes, todos ellos mienten. Innegablemente, no se podría afirmar eso, ya que algunos muestran hasta pruebas en donde se revela que la enfermedad que los aqueja es de verdad, o que al menos, el familiar al que atienden si tiene necesidades.
Para el sociólogo Jhon Bustamante, las carencias muchas veces hasta de cariño físico causa que el mismo discurso se vuelva un engaño. Es decir, no importa si la carencia sea poca, si no hay cariño físico y al contrario hay maltratos, el vendedor hará de este pequeño problema uno grande, valiéndose de mentiras para poder agravar el problema y que la gente pueda creérselo y por ende darle de su dinero. Una vez teniendo el dinero, sienten menos peso encima, ya que, en casa, no tendrán a alguien reprochándole o tal vez, si es en el caso de un niño, hasta castigándole de la manera más brutal posible.
En cualquiera de los casos, los mismos vendedores son conscientes de que no llegarán a todos los corazones, tampoco tocarán todas las puertas posibles de los sentimientos, por eso mismo, ellos también agravarían sus problemas y por ende, hacer su discurso aún más dramático.
Ellos son conscientes de sus propios problemas y van haciendo de este discurso el día a día, lo que les da las posibilidades de comer, de –como dicen ellos- “llevar un pan a la mesa de su hogar”. Por eso, apelamos a nuestro lado humano, que nada nos cuesta meter la mano al bolsillo y por algún discurso agradable, darles una moneda, un aliento y una sincera sonrisa, que al fin y al cabo, nuestra conversación en un bus nunca será ni linda ni hermosa, como ellos la pintan.
Mucha gente piensa que los vendedores ambulantes, todos ellos mienten. Innegablemente, no se podría afirmar eso, ya que algunos muestran hasta pruebas en donde se revela que la enfermedad que los aqueja es de verdad, o que al menos, el familiar al que atienden si tiene necesidades.
Para el sociólogo Jhon Bustamante, las carencias muchas veces hasta de cariño físico causa que el mismo discurso se vuelva un engaño. Es decir, no importa si la carencia sea poca, si no hay cariño físico y al contrario hay maltratos, el vendedor hará de este pequeño problema uno grande, valiéndose de mentiras para poder agravar el problema y que la gente pueda creérselo y por ende darle de su dinero. Una vez teniendo el dinero, sienten menos peso encima, ya que, en casa, no tendrán a alguien reprochándole o tal vez, si es en el caso de un niño, hasta castigándole de la manera más brutal posible.
En cualquiera de los casos, los mismos vendedores son conscientes de que no llegarán a todos los corazones, tampoco tocarán todas las puertas posibles de los sentimientos, por eso mismo, ellos también agravarían sus problemas y por ende, hacer su discurso aún más dramático.
Ellos son conscientes de sus propios problemas y van haciendo de este discurso el día a día, lo que les da las posibilidades de comer, de –como dicen ellos- “llevar un pan a la mesa de su hogar”. Por eso, apelamos a nuestro lado humano, que nada nos cuesta meter la mano al bolsillo y por algún discurso agradable, darles una moneda, un aliento y una sincera sonrisa, que al fin y al cabo, nuestra conversación en un bus nunca será ni linda ni hermosa, como ellos la pintan.
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