LIMA, LA CAÓTICA
Por Victor Cervantes
Cuando las
vías de circulación rápidas se empantanan, las autoridades se muestran
indiferentes ante este horroroso panorama y el tiempo, como un gran tesoro, se
escapa de nuestras manos.
Resignado a
llegar a tarde a clases, Marcos, un joven universitario, observa con
detenimiento como el minutero de su reloj avanza tan rápido como si fuese el
segundero. Son las ocho de la mañana y él, junto a una treintena de pasajeros,
está atrapado en la abarrotada avenida Javier Prado, donde avanzar un metro es
un lujo.
Así como
Marcos, millones de limeños sufren a diario por
el tiempo que pierden al movilizarse por las vías, que como en un
pantano, los autos avanzan lentamente uno detrás de otro, hasta que el último
de todos se pierde en el horizonte.
EL DATO:
Según Luz Ámbar, la
congestión vehicular en Lima ha causado
la perdida de US$ 1.000 millones entre
el excesivo gasto de combustible, el daño ambiental, los daños a la salud y el
cierre de varios negociones.
Pero, ¿Cómo se origina el caos vehicular?
Todos, al
estar sumergidos en ese infierno sobre ruedas, siempre presionamos al conductor
de cualquier vehículo para que avance, pero al no haber a dónde ir, la fila de
autos aumenta.
No es
necesario ser un experto para darse cuenta cuál es el problema del transporte
en Lima. Son la falta de planificación y la inadecuada aplicación de las normas
de tránsito las causas que nos exponen a un mal intratable.
Cabe
recordar que Lima solo tiene dos vías expresas, mal llamadas “vías de acceso
rápido” que de rápido no tiene nada. Tampoco contamos con algún sistema de
transporte de gran magnitud. El tren eléctrico es de un recorrido corto y sólo
alivia un poco el gran congestionamiento, y
el Metropolitano deja mucho que desear en sus horas punta. Y justamente,
es de eso que nos aprovechamos para romper todos los reglamentos de transito.
A todo esto
se suma que ya se cuenta con más de un millón y medio vehículos viajando por
las calles limeñas, y que cerca de un
millón compiten, en plena hora punta, por ganar un espacio. Mientras esto paso,
todos queremos llegar temprano a casa.
Para Germán
Gallardo, ingeniero vial y geotécnico de la Universidad de Piura, el principal
motivo es “la falta de planificación de paraderos”.
“Los
vehículos de transporte público se creen los dueños de todos los carriles de
transito. Se detienen y dejan a sus pasajeros en cualquier lugar. Al final todo
se traduce en muerte”, agregó el ingeniero experto en la planificación de
ciudades.
Por otra
parte, ante la bonanza económica por la que atraviesa el Perú, de donde
sumergió una nueva clase media, que como primera medida adquieren vehículos
particulares, aumentando así el parque automotor descomunalmente. En nuestro
país hay un auto por cada 14 personas.
Lino De la
Barrera, ex-director de Circulación Terrestre, afirma que del medio millón de
nuevos vehículos que empiezan a circular en Lima, sólo el 3% son de transporte
público.
“Son
demasiados los autos particulares y, en algunos casos, los taxis, los que
contribuyen a que el desorden y el caos se incremente”, agregó De la Barrera.
Asimismo,
Luis Quispe Candía, director de la ONG Luz Ámbar, sentenció que no es necesario
tener tantas autoridades encargadas de supervisar el transporte.
“Tampoco es
productivo, en este momento, hacer túneles, vías subterráneas o corredores
vehiculares, mientras no se haga respetar una reglamento rígido y una buena
planificación de nuestras actuales vías. Si vamos a esperar un año más para ver
cumplidas las promesas, en Lima habrá 200 mil nuevos vehículos, entonces, que
Dios nos proteja”, indicó Quispe Candía.
EL DATO:
La Municipalidad
Metropolitana de Lima ha declarada el 81% de todas nuestras vías como
saturadas. Sumamente lamentable. ¿Por dónde vamos circular?.
Entonces, ¿Qué hacemos?
Ya la
alcaldesa de Lima, Susana Villarán, nos prometió al comienzo de su gobierno la
construcción e implementación de 5 grandes corredores vehiculares, pero a pocos
meses de terminar su periodo municipal, no ha cumplido.
Pero sí,
esos corredores vehiculares son necesarios para agilizar un poco el angustiante
transporte. Así también, se debe de regular el transporte público.
Nos
olvidamos de algo muy importante: nosotros, los usuarios. Nosotros permitimos
que el sistema esté así. Grande es nuestra culpabilidad cuando se detiene a
mitad de la pista a cualquier taxi de los 300 mil que hay en Lima, realidad que
coloca a Lima en primer lugar en América Latina con el mayor índice de taxis, o
cuando se estaciona un auto en cualquier lugar ocupando un carril del pavimento.
Solo para que lo recuerde: Sí se puede estacionar por algunos segundos en la
avenida mientras el conductor no se baje de su unidad.
Debemos de
tener una cultura responsable para poder
usar vehículos públicos. Como el de ir a cierta velocidad, ser asertivo al
cambiar de carril, esperar los buses en sus respectivos paraderos, y siempre,
hacer respetar sus derechos ante los conductores.
“¡Qué Dios nos ampare!”
“La capital
peruana tiene una de las peores congestiones vehiculares del mundo”, es lo que
se aseguró Don’t Drive Here, un programa estadounidense que realizó un
reportaje para ver los rayos x de nuestra ciudad.
A pesar de
la publicación mundial de dicho reportaje, Lima sigue sangrando en sus pistas. Nosotros
somos el problema. Debemos de ser
concientes para evitar, nuestros ya familiares, cuellos de botellas que nos
condenan a perder el tiempo que es necesario. Porque andar sin prisa en esta
ciudad es un privilegio.
Así está
Lima, desordenada, peligrosa, sin control y con una enorme falta de conciencia.
Se ha convertido en una selva donde gana el más fuerte o el más irresponsable.
El documental de Discovery Channel nos reflejó en la
cara nuestra insegura realidad.
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